Visiones sobre el pequeño país que guarda las puertas del mundo nórdico. Dinamarca te recibe a su manera y nunca está de más saber una cuantas cosas para empezar.

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miércoles, 2 de febrero de 2011

Vamos a desmontar un símbolo


Tenía yo 3 o 4 años cuando me llevaron al cine a ver La Sirenita. Y puedo decir, sin temor, que Ariel fue la primera en una larga lista de amores platónicos. Claro, no había oído hablar de Hans Christian Andersen (aunque no tardaría mucho) ni me daba cuenta de que lo del cine era más de mentira que de verdad. Me parecía fascinante que existiese un ser así.

Los daneses también aman a su sirenita. Sentada sobre una roca, la Little Mermaid (en inglés) o Den lille havfrue (en danés) tiene encandilados a los kobmendenses (copenhaguenses para los amigos). Pero esto, en cambio, no lo entiendo. Y es que la figura ni es fascinante ni se le acerca.

A la entrada del puerto, rodeada por unos pocos barcos de recreo y con unas cuantas chimeneas y un buque de la Armada como telón de fondo. Así se presenta el tesoro de Dinamarca. Cuando se la llevaron el año pasado a la Expo de Shangai la gente se echó a la calle a protestar. Y lo mismo cuando volvió a casa casi un año después (aunque con buen rollito, claro).

Por encima, tiene piernas. Ni rastro de escamas. Ni de ese sujetador con conchas de vieira que a mí tanto me gustaba...

La idea de la estatua nació de una familia danesa que quizá se merezca más la reverencia del mundo. Los Jacobsen, más conocidos como los “inventores” de la famosa cerveza Carlsberg. Fue Carl, el controvertido hijo del fundador (la historia de esta birra también tiene tela, pero queda para otro día) quien, en 1909, le encargó al escultor Edvard Eriksen que modelase la figura basándose en la historia de Andersen y en el cuerpo de una bailarina de ballet que le hacía tilín.

En 1913 quedó inaugurada la estatua en bronce de 75 kilos de peso y poco más de un metro de altura. Y de ahí, al estrellato.

Sin embargo, su vida no fue fácil. La mujercita soportó de todo. Botes de pintura, brazos rotos y ¡hasta tres decapitaciones! Y de la primera de ellas nunca se llegó a encontrar la cabeza. Se especula por estas tierras con que un artista un tanto radical, Jorgen Nash, se la arrancó y la mandó días después en una caja al museo de arte de la ciudad acompañada de una nota. “No abrir hasta que yo deje este mundo”. Pero el hombre estiró la pata en 2004 y de la metálica sesera, ni rastro.

Sorprende cómo los círculos se cierran a veces de forma inesperada. Tuve que venir a esta esquina del planeta para desencantarme de mi primer amor platónico. Después de 20 años.

3 comentarios:

Seth dijo...

Coño, Juan... es que pareces nuevo, ¿no ves que la sirenita de verdad está al lado? Debajo a la izquierda. Lo que pasa es que te has confundido mirándole las tetas a esa otra estatua... ainssss...

Juan dijo...

e! cuidado con las obscenidades!
para despistarse querían hacer un concurso este verano con top models.. pero creo que les salió mal xD

Blogcuentame dijo...

Yo casi pierdo una mano cuando vi a la Sirenita...esa mujer y yo tenemos una deuda pendiente.
Fue una fría...¿qué digo? helada... no, no, CONGELADA, noche de febrero. No se nos ocurrió otra cosa que subir andando desde los perros flautas de Christianía,bordeando la ría, en busca de la Sirenita, pensando que así sería más bucólico su encuentro. No sólo no fue eso, sino que anocheció, los termómetros bajarón en tobogán. Yo, poca cosita, no podía tapar ninguna parte más de mí. Pero había que ver a la princesa de los mares ¿cómo nos ibamos a ir de Copenjjjaguen sin verla?. Estabamos solas, logicamente, cuando atravesamos el parquecito, sin iluminar pensando en que en cualquier momento nos podían robar. Pero daba lo mismo, ya estabamos cerca. Y lo que dice Juan, cuando llegamos por fin, ni una farolilla nos iluminó al pescado. Nos pareció poca cosa, creo que la miniatura que me llevé me gustó más, sobre todo a mi riñón de lo que le costó (sí, soy de esas frikis que se llevan miniaturas de monumentos allá dónde va). Ah! Lo de la mano. A pesar de que la mujer merluza nos decepcionó quisimos hacernos una foto junto a ella, como si fuera Mourinho ( o quién vosotros elijáis jaja). Bueno, no sólo no salió ninguna foto y la que salió era penosa por mi cara de frío y mi aspecto de polizón. Sacar las manos de los guantes fue una de las tonterías más grandes de mi vida...en vez de las piernas como Rambo, no sentía las manos. Y todo por culpa de esa mujer. Por lo menos Juanch, viste el buque...yo no volví, dije un solemne, que te den por...